La
tristeza, el cansancio o el desánimo pueden ser síntomas aislados que podríamos
sentir en algún momento de nuestras vidas. Ellos por si solos no determinan que
estemos deprimidos.
Sin
embargo, si esos indicadores se hacen persistentes y se acompañan por
dificultades al dormir, cambios en los patrones alimenticios, melancolía,
dificultad en concentrarse, pensamientos recurrentes de muerte, baja
autoestima, entre otras, entonces se evidencia la posibilidad de una depresión
clínica.
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Debe persistir por lo menos 2 semanas
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Puede ser concomitante con otras enfermedades
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Etiología: factores genéticos, bioquímicos y
sicológicos
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Es más común en mujeres que en hombres
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Tiende a darle más asociación a la culpa, el llanto,
asociación a cambios hormonales, sentimientos de inutilidad
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En hombres: irritabilidad, fatiga, pérdida de interés
en actividades placenteras; tienden más a recurrir al uso de alcohol y/o
drogas.
Esta es una condición que puede presentarse en cualquier etapa de
desarrollo. Niñez, adolescencia (se manifiesta en aislamiento, rebeldía,
automutilación, conducta de riesgo) y en personas de tercera edad. Hay
condiciones físicas tales como los dolores crónicos de espalda, enfermedades coronarias, derrame
cerebral, cáncer, que pueden provocar depresión.
Las tasas
mayores de suicidios, son en hombres mayores de 85 años, ya que en la vejez muchas
personas tienen que enfrentar múltiples cambios a nivel físico, económico y
social, entre ellos pérdidas de seres queridos y soledad.
Las buenas
noticias son que hay un sin número de formas en que una persona puede combatir
la depresión. Desde fármacos, terapias sicológicas como la hipnosis
ericksoniana, la conductual-cognitiva y hasta haciendo ejercicios, manejando su
dieta así como mediante métodos alternativos como el reiki, la acupuntura y el
chi kung, entre otros.
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